El spam cuesta a cada ciudadano americano más de 13 dólares al año, lo que supone un total de 42.000 millones de dólares en total, que es lo que, a fin de cuentas, han de pagar los negocios por este problema. Y en estas cuentas no se incluye lo que ganan los criminales.
¿Son cuatro años de cárcel y una multa de 250.000 dólares el mejor castigo para el autoproclamado “Padrino del spam”? O digámoslo de otro modo, ¿nos tomamos realmente en serio el lado delictivo del spam?
A tenor de las pruebas, todo parece indicar que no. Porque aún no se persigue realmente a los spammers ni creamos medidas verdaderamente efectivas para parar el spam en la propia fuente de origen.
Uno de los últimos casos es el de este “Padrino del spam”, Alan Ralsky, que junto a otras seis personas han sido condenados por un timo basado en el envío de spam . La banda utilizó sitios de correo electrónico para crear un mercado de acciones sin prácticamente valor, que Ralsky y el resto de sus compinches vendieron a inversores que no sospechaban nada del fraude. Y lo hicieron consiguiendo importantes beneficios antes de que el precio de las acciones cayera.
Por todo ello, esta banda ha sido acusada de robar millones de dólares de sus inversores, pero realmente hizo muchas más cosas ilegales como ayudar a crear un mercado de software anti-spam falso, que infectó a los equipos de mucha gente, que pasaron a formar parte de redes bot y que les hizo perder muchas horas de su tiempo.
Actualmente, el spam supone cerca del 86 por ciento de todo el tráfico de correo electrónico mundial y el coste de manejar esta ingente cantidad de basura es enorme.
Richi Jennings, de Ferris Research, estima que el spam mundial cuesta 130.000 millones de dólares al año y ese es sólo el coste para las empresas. En los Estados Unidos, Jennings estima que el spam costará a los negocios 42.000 millones de dólares este año. Eso supone un coste de 13,63 dólares al año por cada residente en Estados Unidos. Y eso es sólo el coste que tiene para las empresas manejar este tipo de mensajes. Los costes personales no se incluyen en estas cuentas, como tampoco la infraestructura que utiliza el spam para ir de un sitio a otro. Si sumáramos todo esto, lo cierto es que el spam es un azote a la seguridad muy caro, que se perpetra por delincuentes como si de una empresa se tratara.
Precisamente por su impacto económico, las penas a los spammers deberían aumentar, igualándose a las de otros delitos similares cometidos en la vida real. Eso sí, para condenarlos, sería necesario atrapar primero a los cibercriminales, algo que aún tenemos que mejorar. Además, los países deberían trabajar juntos en el desarrollo de leyes internacionales que permitan poner freno a estas prácticas.
Lo que está claro es que el spam es un delito que se apoya y crece sobre otros delitos y por eso, los que crean estas campañas deben ser considerados delincuentes.
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